Este tramo, de relieve prácticamente plano, discurre por la parte meridional de la costa oeste de la isla. Se inicia en el puerto y cruza Ciutadella, la ciudad más occidental de la isla de Menorca. No dejaremos el asfalto hasta abandonar Cala Blanca a 4 km del inicio de la etapa. Esta popular playa de fina y blanca arena está rodeada por unos pequeños acantilados, en cuya ribera, crece una abundante vegetación dunar. En el fondo de la playa se localizan los restos de una naveta de habitación, construida durante el periodo pretalayótico (2000-1500 a.C.), muestra representativa de los primeros asentamientos humanos en la isla. A medida que vamos avanzando por el camino, vamos descubriendo una gran diversidad paisajística, tendremos la oportunidad de apreciar interesantes tipos de vegetación, entre los que destacan los arbustos endémicos llamados socarrells. Si realizamos esta ruta en primavera, la naturaleza nos obsequiará con la presencia de numerosas plantas en floración, las orquídeas destacan por sus vistosos y llamativos colores. Siguiendo nuestro recorrido hacia el interior del territorio, podemos apreciar como disminuye la influencia del mar sobre la vegetación. Comprobamos así, cómo la zona boscosa va ganando terreno progresivamente.
Durante esta ruta podremos admirar la belleza que nos descubre el extremo más occidental de la costa sur de la isla. El terreno prácticamente plano por el que transcurre el camino, y los acantilados de baja altura, nos ofrecen la oportunidad de disfrutar de un plácido paseo a orillas del mar. Al dejar atrás la urbanización de Son Xoriguer, podremos observar un paisaje natural, que en este tramo del Camí de Cavalls consiste básicamente en amplias zonas de roquedales litorales, alternados con las suaves depresiones que forman las pequeñas calas que van apareciendo a lo largo del recorrido. En algunas de las playas de este tramo encontramos una abundante vegetación dunar. Detrás de la playa de Son Saura destaca la zona húmeda del Prat de Bellavista que sirve de refugio a numerosas aves acuáticas. Comprobaremos la estrecha relación que mantiene el Mediterráneo con la vegetación del litoral. Estas plantas, auténticas supervivientes, pueden llegar a convivir a diario en contacto directo con el viento y la salinidad. Llegando a Cala en Turqueta empezaremos a ver algunos bosques de encinas, que nos acompañarán a lo largo de la costa en todos los barrancos que desembocan en el mar. Durante la ruta podremos observar la Talaia d’Artrutx (siglo XVII); torre de vigilancia desde la que se alertaba, siglos atrás, de la presencia de posibles invasores en la zona.
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