La ruta continúa cruzando el característico paisaje agrario de Menorca, formado por áreas de cultivo, tierras de pasto y zonas de matorral mediterráneo. Cuando el camino se acerca de nuevo al litoral, llegamos al Pou d’en Caldes, uno de los puntos de la costa menorquina donde se da una mayor concentración de plantas endémicas. Al dejar atrás esta cala, el camino regresa hacia el interior. En este tramo podremos observar vistosas formaciones rocosas como la de Es Capell de Ferro, cubierta por una densa capa de vegetación. Más adelante, el camino nos obsequiará con la aparición de un nuevo ecosistema. Se trata de la importante zona húmeda del Port d’Addaia, donde podremos admirar la vegetación acuática y de saladar que esta establecida en la zona de las salinas de Mongofra. Esta interesante zona de alto nivel ecológico es un buen punto para la observación de aves. La etapa termina con un tramo asfaltado de 3,5 km que conecta la urbanización de Addaia con la de Arenal d’en Castell.
Este tramo, de relieve prácticamente plano, discurre por la parte meridional de la costa oeste de la isla. Se inicia en el puerto y cruza Ciutadella, la ciudad más occidental de la isla de Menorca. No dejaremos el asfalto hasta abandonar Cala Blanca a 4 km del inicio de la etapa. Esta popular playa de fina y blanca arena está rodeada por unos pequeños acantilados, en cuya ribera, crece una abundante vegetación dunar. En el fondo de la playa se localizan los restos de una naveta de habitación, construida durante el periodo pretalayótico (2000-1500 a.C.), muestra representativa de los primeros asentamientos humanos en la isla. A medida que vamos avanzando por el camino, vamos descubriendo una gran diversidad paisajística, tendremos la oportunidad de apreciar interesantes tipos de vegetación, entre los que destacan los arbustos endémicos llamados socarrells. Si realizamos esta ruta en primavera, la naturaleza nos obsequiará con la presencia de numerosas plantas en floración, las orquídeas destacan por sus vistosos y llamativos colores. Siguiendo nuestro recorrido hacia el interior del territorio, podemos apreciar como disminuye la influencia del mar sobre la vegetación. Comprobamos así, cómo la zona boscosa va ganando terreno progresivamente.
Este tramo del Camí de Cavalls discurre por una zona sin grandes dificultades en el relieve. Iniciaremos esta etapa en la playa de Arenal d’en Castell y bordearemos el litoral hasta cruzar la urbanización de Son Parc, a través de la cual llegaremos a la playa de Son Saura. Aquí tendremos la oportunidad de observar un sistema dunar y una zona húmeda con una vegetación bien conservada. No menos interesante es la zona boscosa de s’Albufera des Comte, de un gran valor natural por la variedad de especies vegetales que acoge. También merece una visita la basílica paleocristiana del Cap des Port de Fornells. Cuando abandonamos Ses Salines tendremos que recorrer 5 km por carretera asfaltada hasta llegar a cala Tirant. En las inmediaciones de esta ruta se sitúa el pueblo de pescadores de Fornells. Al oeste de la bocana de este puerto natural se levanta la Torre de Fornells, erigida a principios del s. XIX, durante la dominación británica, con la intención de defender el puerto de la entrada de posibles naves invasoras.
Durante esta ruta podremos admirar la belleza que nos descubre el extremo más occidental de la costa sur de la isla. El terreno prácticamente plano por el que transcurre el camino, y los acantilados de baja altura, nos ofrecen la oportunidad de disfrutar de un plácido paseo a orillas del mar. Al dejar atrás la urbanización de Son Xoriguer, podremos observar un paisaje natural, que en este tramo del Camí de Cavalls consiste básicamente en amplias zonas de roquedales litorales, alternados con las suaves depresiones que forman las pequeñas calas que van apareciendo a lo largo del recorrido. En algunas de las playas de este tramo encontramos una abundante vegetación dunar. Detrás de la playa de Son Saura destaca la zona húmeda del Prat de Bellavista que sirve de refugio a numerosas aves acuáticas. Comprobaremos la estrecha relación que mantiene el Mediterráneo con la vegetación del litoral. Estas plantas, auténticas supervivientes, pueden llegar a convivir a diario en contacto directo con el viento y la salinidad. Llegando a Cala en Turqueta empezaremos a ver algunos bosques de encinas, que nos acompañarán a lo largo de la costa en todos los barrancos que desembocan en el mar. Durante la ruta podremos observar la Talaia d’Artrutx (siglo XVII); torre de vigilancia desde la que se alertaba, siglos atrás, de la presencia de posibles invasores en la zona.
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