Ya en el siglo XV Ciutadella contaba con un convento y la iglesia de frailes ermitaños de Sant Agustí. En el año 1480 el fraile valenciano fray Joan Exach vino a Ciutadella para llevar a cabo la reforma de este convento, que entonces formaba parte de la provincia de Valencia y estaba en el puerto, adosado a la muralla, cerca del puente del Rei. A causa de su situación, fue muy castigado durante el asedio turco del 1558. La mayor parte de los frailes debieron morir entonces, ya que en la lista de personas que debía rescatar el pavorde Martí de Turquía solo figura un fraile agustino. En el 1562 volvieron a ocupar el convento, que encontraron ruinoso. Los frailes cobraban de los barcos un derecho de anclaje, con el que debían mantener las instalaciones de la cala y el puente del Rei. Al no lograr realizar las reparaciones deseadas en su convento, los agustinos abandonaron la villa “malam forsan aeris intemperiem”, según explican en una exposición en la Universitat; y en el año 1573 se trasladaron a Mallorca. Tres años después el padre Satrilles pasó a Ciutadella para pedir que el monasterio “sia tornat en son primer estament”, proposición que fue aceptada por la Universitat, al hacer la correspondiente solicitud a Roma para conseguir el retorno de los agustinos, que ya encontramos instalados en el 1578, según confirma un libro de profesiones empezado aquel año. El convento fue visitado en el año 1579 “después de haber sido recuperado por los religiosos agustinos”. Estos no debían considerar seguro su antiguo emplazamiento o probablemente tenían noticia que había la intención de rehacer las murallas y construir nuevos baluartes, entre los cuales el del gobernador, o bien pensaban que el edificio estaba“edifficado en un lugar que no puede ensancharse, ni creser y que de la manera questa edifficado no es possible puedan vivir los Religiosos en el decentemente y como conviene para guardar la Regular observantia”. Por ello deseaban trasladarse al interior de las murallas sin abandonar, sin embargo, el viejo edificio para no perder el derecho de la cala de la que gozaban. El 20 de marzo de 1612 la comunidad hacía la petición de traslación, contando con el apoyo “expres consensu aplauso y requisitio” del gobernador y de los jurados, y la aprobación del obispo de Mallorca; la licencia fue firmada el 30 del mismo mes. En esta fecha la Universitat concedía a los agustinos las casas del magnífico Nicolau Serra de la calle Nova, sin que la Universitat debiera intervenir en la transacción con el propietario. El 9 de octubre del 1614 los agustinos tomaron posesión de las casas del nuevo convento, que no eran las concedidas por los jurados (tal vez no llegaron a un acuerdo económico), sino las de mosén Francesc Mascaró, a las que se añadieron dos más. Inmediatamente comenzaron las obras; levantaron primero una iglesia provisional, cubierta de cañas, que sirvió durante los primeros años. Mientras tanto, se había decidido la construcción de un nuevo baluarte (el actual ayuntamiento) en el sitio donde se encontraba el convento de Baixamar, que se debía derribar. El prior padre Subirats significó al rey el grave perjuicio que eso significaba para ellos. 50.000 de los 121.500 reales en que se estimó la indemnización se obtuvieron de la concesión de cinco ejecutorias de nobleza que fueron otorgadas al prior. Con posterioridad, el mencionado padre Subirats se presentó de nuevo a la corte y obtuvo otras seis, concedidas a 5.000 reales cada una, y en el 1625 los frailes obtuvieron un derecho de amortización por valor de 4.000 libras. La primera piedra de la iglesia fue puesta con toda solemnidad el día de San Agustín de 1619. Los planos y la disposición fueron traídos de Madrid (el padre Jordán dice que era “tan capaz y hermosa como la de nuestro convento de San Felipe el Real” que hoy ocupa el Senado). La dirección de las obras fue confiada al maestro mallorquín Jaume Roig. En el año 1620 las obras iban muy avanzadas y las paredes de la iglesia, del pórtico, de la torre del campanario, de la antesacristía y de la portería se habían alzado ya veinticuatro pies. Entre 1620 y 1630 una parte de la iglesia estaba cubierta y con posibilidad de uso. En el 1648 se concede a Agustí Benejam hacer por cuenta propia la capilla del Santíssim Nom de Jesús (donde debía haber la capilla del Santíssim) con su bóveda de piedra, y conceder a su familia el derecho de entierro hasta la cuarta generación. En el año 1650 encontramos construida la capilla de les Ànimes al lado de la del Desterrament. Es posible que la falta de recursos económicos paralizara la obra por algunos años. Comienza a figurar en el libro de obras el nombre de Joan Amorós Cantallops, miembro del linaje Amorós, que tanto influyó en la arquitectura menorquina. En el 1685 los agustinos concedían licencia a Gaspar Saura, comisario del Sant Ofici en Alaior, para construir una capilla con derecho de entierro. Al morir, la capilla y, muy probablemente, el trasaltar no estaban acabados y fue enterrado en la de Sant Tomàs de Villanueva (la segunda entrando a mano izquierda), hecho que nos permite suponer que las capillas del trasaltar no se habían finalizado. En el año 1690, el órgano (que no es el actual) estaba instaladado en su lugar. La Universitat colaboraba en las obras con quince libras anuales, a partir del 1692. En el año 1694 Joan Amorós y Pau Calafat construían la sacristía. También al final del siglo XVII se trabajaba en el altar mayor. Las ocho capillas estaban dedicadas entonces a Nuestra Señora de Itria, Santa Águeda, Nuestra señora del Destirerro, a la Almas de Purgatorio, a Santa Mónica, a San Nicolás de Tolentino, al Santísimo Nombre de Jesús y a Belén. El altar mayor –no podía ser de otra manera– fue dedicado a Nuestra Señora del Socorro. El primer retablo de este altar mayor duró hasta el 1772, cuando fue retirado y sustituido por otro de estilo barroco, realizado por el escultor Miquel Comas el 1788, y que fue destruido en buena parte durante la guerra civil. La parte más moderna de la iglesia es, seguramente, el trasaltar, que quizá no estaba previsto en el proyecto inicial y tardó mucho tiempo: en el año 1701 estaba cubierta la capilla de la izquierda, la central no se acabó hasta el 1716, y la de la derecha no sería inaugurada hasta el 1816. Las torres de la iglesia son del año 1741, una para servir de campanario y la otra para mostrar un reloj público (sabemos que estaba instalado en el 1804 y permaneció hasta el 1895, cuando fue arreglado y trasladado a la Catedral). El temor de que fuesen confiscados los bienes hizo que, en el 1822, los frailes procediesen a la venta de buena parte de sus propiedades –que eran muy importantes– y el dinero fuera invertido en la ornamentación de la iglesia, muy lujosa. Pocos años gozaron los frailes de este embellecimiento, ya que en el 1835 fueron definitivamente exclaustrados. El templo pasó a la jurisdicción diocesana y se convirtió en la iglesia del Seminari cuando este fue fundado. El templo, que se empieza a llamar de Sant Agustí, conoció una época de esplendor litúrgico. La instauración de cofradías nuevas cambió la titularidad de los altares de las capillas y se hicieran nuevos retablos, con intervenciones poco acertadas. La iglesia fue cerrada en el año 1936, justo cuando comenzada la guerra civil, y dedicada a la distribución de víveres. Si bien no sufrió en principio la sistemática destrucción de otros templos, al final tuvo, fatalmente, la misma desdicha. La imposibilidad de una restauración inmediata, una vez acabada la guerra civil, decidió en el Obispado conservarla cerrada y últimamente fue cedida en uso a la Capella Davídica y, en parte, está ocupada por el Museo Diocesà. Destacan las pinturas al fresco que decoran la bóveda de la nave, a pesar de que se deterioraron muy deprisa después de ser pintadas. Las que se conservan representan: ”Ruth y Booz”, ”La muerte de Sisara” y ”Judith y Holofernes” a la derecha, y “La venta de José”, ”Sansón y Dalila” y ”Aparición de Dios a Abraham” a la izquierda. El coro, muy espacioso, está ocupado por una sillería coral de madera, de sencilla factura, pero con buen gusto; y sobretodo por el órgano, construido por Josep Casas, que llegó a Ciutadella en el 1794 y trabajó aquí hasta el 1797. La caja del instrumento muy probablemente fue elaborada por el escultor Miquel Comes.En 1858 se instaló el Seminario Diocesano, que ocupó las antiguas dependencias conventuales. Recientemente han sido reformadas por los arquitectos A. Petschen y J. Pons. Actualmente, la planta baja está dedicada a exponer las colecciones del Museo Diocesano, abiertas al público. Las celdas que se abren en el claustro del primer piso, después de la completa reforma llevada a cabo en los años 80, son hoy casa sacerdotal y residencia de monjas. El segundo piso se contempla como residencia, con cómodas salas de reuniones y una magnífica biblioteca de consulta.
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